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viernes, 30 de diciembre de 2011

CAREA apela a la responsabilidad a la hora de adquirir animales como regalos navideños

Un perro, un gato o cualquier otro animal de compañía puede ser un buen regalo pero también una gran responsabilidad para quien lo recibe que debe tener en cuenta que no es un juguete y que necesita afecto y cuidados. La Asociación Protectora de Animales “Carea” de Manzanares recomienda a quienes deseen tener o regalar una mascota que opten por la adopción de animales que fueron abandonados y no tienen un hogar.

¿Quién no ha soñado alguna vez, siendo niño, con abrir alguno de los regalos de Navidad o Reyes y encontrar en su interior un cachorro? Regalar una mascota implica una profunda reflexión siempre, independientemente de la época, por la enorme responsabilidad que conlleva cuidar y mantener un animal de compañía y, además, darle el afecto que necesita.

Hay padres que ceden a la insistencia de sus hijos pequeños y terminan comprando lo que, posiblemente, solo sea un capricho. Por ello, y para evitar conflictos que terminen en el abandono del animal, el veterinario manzanareño Agustín Sánchez-Gil resalta la importancia de la concienciación previa que exige el hacerse cargo de lo que, al fin y al cabo, es un ser vivo.

La familia que tenga intención de incorporar en su hogar una mascota, o bien regalarla a alguien también debe tener en cuenta los aspectos relacionados con la salud del animal, las enfermedades que pueden afectarles, las vacunas que se les debe administrar, y los controles veterinarios a los que debe someterse para garantizar que el animal está sano, según el veterinario José Manuel González.

A la hora de adquirir un perro, un gato o cualquier otra mascota, es conveniente saber que una opción solidaria es adoptar a aquellos que fueron abandonados y viven en albergues o en asociaciones protectoras de animales como la manzanareña CAREA en cuyas instalaciones alberga actualmente alrededor de 120 perros. Su presidenta, Rosario Garrido, incide en que tener claras las ideas para adoptar facilita la elección del tipo de animal, su edad y tamaño.

Según Garrido, la mayoría de los perros que acoge CAREA están identificados con un microchip y están esterilizados. En cuanto a su estado de salud, todos se encuentran en perfectas condiciones para ser adoptados ya que pasan periódicamente por rigurosos controles veterinarios y, además, un grupo de diez personas voluntarias y altruistas se encarga diariamente de su limpieza y alimentación así como del mantenimiento de las instalaciones.

El veterinario y colaborador de CAREA, Agustín Sánchez-Gil, resalta los beneficios que las mascotas aportan tanto a niños como a personas mayores, enfermas o con discapacidad puesto que además de la compañía y el afecto que se establece entre el animal y su dueño, potencian el sentido de la responsabilidad, disciplina y hábitos de comportamiento.

Los perros que han sufrido malos tratos o han sido abandonados y que actualmente están en CAREA son muy agradecidos con las personas que los adopten, según explicó José Manuel González. El veterinario incidió en la importancia de saber cómo tratar y comportarse con los perros antes de adquirir alguno y, sobre todo, desterrar el miedo.

viernes, 16 de enero de 2009

PREGÓN SAN ANTÓN 2009, por Emilio José Lorente Roldán


“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Sólo los espejos de azabache de sus ojos son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico, rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas... Lo llamo dulcemente: "¿Platero?", y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal...
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas mandarinas, las uvas moscateles, todas de ámbar; los higos morados, con su cristalina gotita de miel...
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña...; pero fuerte y seco por dentro, como de piedra... Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos, se quedan mirándolo:
Tiene acero...
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.”

“En el arroyo grande que la lluvia había dilatado hasta la viña, nos encontramos, atascada, una vieja carretilla, perdida toda bajo su carga de hierba y de naranjas.
Una niña, rota y sucia, lloraba sobre una rueda, queriendo ayudar con el empuje de su pechillo en flor al borricuelo, más pequeño, ¡ay!, y más flaco que Platero.
Y el borriquillo se despachaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la chiquilla. Era vano su esfuerzo, como el de los niños valientes, como el vuelo de esas brisas cansadas del verano que se caen, en un desmayo, entre las flores.
Acaricié a Platero y, como pude, lo enganché a la carretilla, delante del borrico miserable. Lo obligué, entonces, con un cariñoso imperio, y Platero, de un tirón, sacó carretilla y rucio del atolladero y les subió la cuesta.
¡Qué sonreír el de la chiquilla! Fue como si el sol de la tarde, que se quebraba, al ponerse entre las nubes de agua, en amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus tiznadas lágrimas. Con su llorosa alegría, me ofreció dos escogidas naranjas, finas, pesadas, redondas.
Las tomé, agradecido, y le di una al borriquillo débil, como dulce consuelo; otra a Platero, como premio áureo”.

He querido comenzar mi pregón con estos breves párrafos de la obra PLATERO Y YO, del Premio Nóbel de Literatura del año 1.956, Juan-Ramón Jiménez, como homenaje a las personas que aman y cuidan de los animales.

Ante todo gracias.
Gracias, Ángeles por mostrar la semblanza de un trozo de mi vida.
Gracias, amigos y conocidos por acompañarme esta fría noche en este cálido ambiente.
Y especialmente doy las gracias, a Gabriel Caballero y Antonio Patón, que el pasado día de Nuestro Padre Jesús del Perdón, tras la función solemne me ofrecieron el ser pregonero de las Fiestas de San Antón 2009, a cuya invitación respondí de inmediato muy emocionado. Seguro que lo recordáis; no podía articular palabra.

¿Como empezar y desarrollar un pregón sobre este Santo Viejo y tan arraigado en Manzanares?
Las experiencias de pregoneros de años anteriores son totalmente distintas a las mías. Veréis, en mi hogar, en mi casa, nunca he podido comprobar, cómo antaño se aparejaban los animales, mulas, burros, caballos, para sacarlos en procesión y que el Santo los bendijera y librara de enfermedades para el año en curso.
O cómo otros, nunca he vivido, directamente, el trasiego de gentes y animales por este barrio.

La única referencia que tenía sobre San Antón y sus fiestas era que, durante bastantes años, un grupo de amigos de siempre, en torno a estas fechas, nos reuníamos para celebrar lo que llamábamos “la fiesta del colesterol”, aquí al lado, en casa de Don Emiliano, y que gentilmente su hijo Rafael, buen amigo mío, prestaba su cocinilla para tan gran acontecimiento.
Buena mañana y buena tarde pasábamos todos reunidos, riendo y contando las mismas historias de siempre. Luego, al caer la noche, siempre bajaba el bueno de Don Emiliano, y año tras año, me preguntaba lo mismo: ¿Qué tal Lorente?, ¿Cómo se encuentran tu padre y tu madre?... Dales recuerdos de mi parte...
Desde aquí, un grato homenaje a su persona.

Como os decía, ésta ha sido mi única vinculación a estas fiestas y a este Santo; pero la cosa cambia desde que un buen día, una compañera de trabajo en Ciudad Real, allá por el mes de noviembre del año 2003, me regaló un perro; un pequeño teckel de apenas dos meses, juguetón y travieso.
Cuando lo traje a Manzanares, en casa de mis padres, hubo dimes y diretes...
Mi padre... encantado; siempre había añorado tener un perro; mi madre... nada encantada con la idea...
Pero con el paso del tiempo, el animal ha ido haciéndose un hueco en la familia; y hoy en día, ninguno de los dos, pueden pasar sin la mascota.
Vamos, que como se suele decir, el animal ha caído de pie.
Desde entonces, siempre que el tiempo y los quehaceres lo permiten, hemos acudido cada 17 de enero para que el Santo lo bendiga y le dé su protección.

Pero, cambiando totalmente de rumbo, quisiera ahondar en un problema que también es fruto de esta sociedad.
Imaginad ser golpeados cada día de vuestra vida, no tener nada que echaros a la boca, o quedar tirados en una cuneta, expuestos a los crueles peligros de ser atropellados o torturados, hasta morir en una dolorosa agonía.
Los datos del último estudio sobre abandono de animales en España continúan siendo alarmantes; la incidencia de abandonos sigue siendo muy alta, y concienciar a la población parece clave para terminar con una situación que se repite año tras año.
No hablamos de nada nuevo, el abandono y el maltrato de animales son realidades tristemente habituales en nuestro país. A lo largo del año 2008, cerca de 109.000 perros y 24.000 gatos fueron abandonados, lo que supone un perro cada 5 minutos o 15 mascotas cada cuarto de hora.
Seres vivos vulnerables; premio fácil para la muerte.
La persona que abandona un animal en una carretera, le está condenando a muerte. La mayoría acaban atropellados o incluso provocando accidentes de tráfico.
En contra de lo que tradicionalmente se cree, los animales no se abandonan principalmente en verano, cuando las familias se plantean que hacer con sus mascotas durante sus vacaciones, sino que se abandonan durante todo el año por igual. ¿Los motivos? Son muchos, pero en la mayoría de los casos se trata de camadas no deseadas y perros mestizos.
Se trata de animales, no de juguetes.
La educación y la concienciación de la población es la única forma de erradicar el abandono. Es necesario tener claras las pautas a la hora de adquirir una mascota.
No son juguetes, son seres vivos a los que debemos respetar, y que al igual que nosotros, tienen sus necesidades físicas y emocionales concretas, las cuales debemos estar seguros de que podemos satisfacer.
Cientos de centros de adopción trabajan en España con el único objetivo de encontrar un hogar para quienes dicen, son los mejores amigos del hombre.
Centros de trabajo en los que cada año se repite un mal endémico contra el que ya no se puede hacer nada. Son muchos los centros que lanzan cada año la voz de alarma. Están saturados por el abandono de perros y gatos; a muchos, incluso les arrojan a los animales tras las vallas.
Centros de adopción trabajan día a día por estos animales. La mayoría mueren atropellados, de hambre o por enfermedad. Los más afortunados llegan a este tipo de centros para encontrar una segunda oportunidad para ser felices.
A través de estos centros, además de tratar de reubicar a los animales con sus nuevas familias, se trabaja por el asesoramiento sobre el correcto cuidado de los animales de compañía, y fundamentalmente por el fomento de la tenencia responsable; ellos son quienes después sufren las consecuencias, y en algunas ocasiones de un modo muy trágico.
En definitiva velan por esa segunda oportunidad que la vida y el futuro ofrece a estos animales, tratando ubicarles en un nuevo entorno de cariño como merecen, lejos de la muerte y de la cruel vida que les ha tocado vivir.
Sepamos y queramos apoyar a este tipo de entidades, que de una manera callada, trabajan día a día por ellos, por las mascotas.

Vano sería, el que me quedara en denunciar estos atropellos, si no lo hiciera, al mismo tiempo, desde la FE.

Fijaos lo que le ocurre a uno de los animales más bellos del reino animal, el águila.
El águila es una de las aves de mayor longevidad. Puede llegar a vivir 70 años; pero para llegar a esa edad, en su cuarta década tiene que tomar una seria y difícil decisión.
A los 40 años, sus uñas se vuelven tan largas y flexibles que no puede sujetar a las presas de las que se alimenta. El pico alargado y en punta, se curva demasiado y ya no le sirve. Apuntando contra el pecho están las alas, envejecidas y pesadas en función del gran tamaño de sus plumas, y para entonces, volar se vuelve muy difícil.
Entonces, tiene dos alternativas: dejarse estar y morir... o afrontar un doloroso proceso de renovación que le llevará, aproximadamente, 150 días. Ese proceso consiste en volar a lo alto de una montaña y recogerse en un nido; próximo a un paredón donde no necesita volar y se siente más protegida.
Una vez encontrado el lugar adecuado, el águila comienza a golpear la roca con el pico, hasta ¡arrancarlo! Luego espera que le nazca un nuevo pico, con el cual podrá arrancar sus viejas uñas inservibles. Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, desprende una a una, sus viejas y sobrecrecidas plumas. Y después de todos estos largos y dolorosos cinco meses de heridas, cicatrizaciones y crecimiento, logra realizar su famoso vuelo de renovación, renacimiento y festejo, para vivir otros 30 años más.
En nuestra vida también nos toca vivir procesos de reconversión, o sufrir la pena de sucumbir. Tenemos que resguardarnos por algún tiempo, meditar largamente y someternos a grandes sacrificios de desprendimiento, para desarrollar los cambios (de modo semejante al águila), y luego ser capaces de recomenzar nuestra vida con nuevos bríos y esperanzas.
Solamente siendo libres del peso del pasado, podremos aprovechar el valioso resultado que una renovación siempre nos trae.

Dice un proverbio: “cuando entréis en un pueblo, y descubráis que ni los perros ni los gatos salen huyendo ante vuestra presencia, reconoceréis que tipo de personas habitan ese pueblo”.
No recuerdo si dicho proverbio es árabe, hindú o chino, pero cuanta sabiduría encierra en sí.
Ese animal a la puerta de una casa, seguramente, nos demostrará la afabilidad de sus gentes, su hospitalidad.

Pero quisiera contaros una experiencia que tuvo nuestro amigo Gabriel Caballero, hace poco más de un año, quizás dos.
Él, no sabe que yo, lo sé...,
lo descubrí por terceras personas...,
fijaos lo que le ocurrió.
Un buen día, estando en su finca trabajando, oyó cerca de la alberca, los ladridos, más bien aullidos, de un perro vagabundo; éste, seguramente sediento, acudió a la alberca para refrescarse, con tan mala fortuna que el animal cayó dentro y no había forma de sacarlo; corría el riesgo de morir ahogado por el cansancio y abatimiento; Gabriel, queriendo ayudarlo, imaginó algún mecanismo para sacarlo, dando con una solución al encontrar unas gavillas; las echó al agua, y el animal a duras penas, subiéndose a ellas, consiguió salir; el dueño de la finca de repente sintió miedo, por no saber como iba a responder el animal; éste, podría haberle atacado..., pero tras sacudirse el agua, salió corriendo despavorido.
Aquí no acaba la historia; Gabriel, pensó..., mejor dicho..., para sus adentros... exclamó: “Señor, si verdaderamente existes, haz que vuelva el animal”.
Así pasó, el perro, volvió sumiso y cabizbajo como queriendo decirle a nuestro amigo: “Gracias, por haberme salvado; sentí ira, sentí dolor, sentí sufrimiento, sentí angustia, pero tengo que regresar a darte las gracias; y tranquilo, no pienso atacarte, ni hacerte daño. Gracias por devolverme a la vida”.
Bonita historia ¿verdad? Pues creedme, es verídica.

Os contaré otra pequeña historia, que aunque inverosímil, también es cierta y real.
Me la contó una buena amiga, amante de los animales; ocurrió en el pueblo donde trabaja. Es un pequeño pueblo de la provincia de Badajoz, en la Tierra de Barros, llamado Santa Marta, muy cerca de Mérida.
Hace unos veinte años, apareció en el pueblo un perro vagabundo, abandonado, sin dueño; un perro callejero, un perro mestizo, sin raza.
El animal siempre se encontraba al refugio de la iglesia parroquial, y por más que los feligreses insistían en echarlo fuera del templo cuando había alguna ceremonia, éste pasaba, y se colocaba sentado al lado del último banco, hasta que terminaba la celebración y el perro salía a la calle.
El sacerdote acabó tomándole cariño, le daba de comer y lo pasaba al patio de la iglesia. Este hombre como veía que no podía atender debidamente al perro, animó a uno de sus monaguillos, al cual le gustaban mucho los animales, a llevarlo a su casa y cuidarlo.
El muchacho accedió, e incluso le puso nombre.
Lo llamó Robespierre.
El monaguillo vivía cerca de la parroquia, y el perro, cada vez que sonaban las campanas, acudía al templo y se convertía en un fiel más escuchando la misa.
Si había funeral, el perro acudía, e incluso acompañaba al duelo hasta el cementerio.
Luego, siempre regresaba a casa del monaguillo.
Como curiosidad, me comenta mi amiga, que hasta en las procesiones de Semana Santa, iba detrás de los pasos, hasta que éstos se encerraban.
El monaguillo tenía dos hermanos menores, y Robespierre los entretenía y cuidaba. Nadie que no fuera conocido entraba en la casa sin que ladrase, y menos, acercarse a los niños. Cuando querían jugar con él, éste les daba la cola para que tiraran de ella.
Al final todos aceptaron al PERRO BEATO y ya cuando lo veían en la iglesia ni lo echaban, ni le molestaban.
Tristemente, al perro le comenzaron a dar ataques de epilepsia, y ya siendo muy viejo lo tuvieron que “dormir”, porque siendo los ataques tan frecuentes, se ponía muy mal.
Como ya os he dicho, de esto hace ya unos veinte años, y hoy en día la familia lo sigue recordando con mucho cariño y añoranza.

También os contaré un bonito CUENTO DE AMISTAD, de otro gran escritor, Paulo Coelho; dice así:
“Un hombre, su caballo y su perro, iban por una carretera. Cuando pasaban cerca de un árbol enorme, cayó un rayo y los tres murieron fulminados.
Pero el hombre no se había dado cuenta de que ya había abandonado este mundo, y prosiguió su camino con sus dos amigos (a veces los muertos andan un cierto tiempo antes de ser conscientes de su nueva condición).
La carretera era muy larga y colina arriba. El sol era muy intenso, y ellos estaban sudados y sedientos.
En una curva del camino, vieron un magnífico portal de mármol, que conducía a una plaza pavimentada con adoquines de oro.
El caminante se dirigió al hombre que custodiaba la entrada y entabló con él, el siguiente diálogo:
· Buenos días.
· Buenos días, respondió el guardián.
· ¿Cómo se llama este lugar tan bonito?
· Esto es el cielo.
· Que bien que hayamos llegado al cielo, porque estábamos sedientos.
· Usted puede entrar y beber tanta agua como quiera...
Y el guardián señaló la fuente.
· Pero mi caballo y mi perro también tienen sed...
· Lo siento mucho... dijo el guardián, ... pero aquí no se permite la entrada a los animales.
El hombre se levantó con gran disgusto, puesto que tenía muchísima sed, pero no pensaba beber sólo. Dio las gracias al guardián y siguió adelante.
Después de caminar un buen rato cuesta arriba, ya exhaustos los tres, llegaron a otro sitio, cuya entrada estaba marcada por una puerta vieja que daba a un camino de tierra rodeado de árboles.
A la sombra de uno de los árboles había un hombre echado, con la cabeza cubierta por un sombrero. Posiblemente dormía.
· Buenos días... dijo el caminante.
El hombre respondió con un gesto de cabeza.
· Tenemos mucha sed, mi caballo, mi perro y yo.
· Hay una fuente entre aquellas rocas... dijo el hombre indicando el lugar.
· Podéis beber toda el agua que queráis.
El hombre, el caballo y el perro fueron a la fuente y calmaron su sed.
El caminante volvió atrás para dar las gracias al hombre.
· Podéis volver siempre que queráis... le respondió éste.
· A propósito, ¿cómo se llama este lugar?... preguntó el hombre.
· ¡CIELO!
· ¿El cielo? Pero si el guardián del portal de mármol me ha dicho que aquello era el cielo.
· ¡Aquello no era el cielo; era el infierno!... contestó el guardián.
El caminante quedó perplejo.
· ¡Deberíais prohibir que utilicen vuestro nombre! ¡Esta información falsa debe provocar grandes confusiones!... advirtió el caminante.
· ¡De ninguna manera!... increpó el hombre.
· En realidad, nos hacen un gran favor, porque allí se quedan todos los que son capaces de abandonar a sus grandes amigos”.

Jamás abandones a tus verdaderos amigos.
Porque:
Hacer un amigo es una GRACIA.
Tener un amigo es un DON.
Conservar un amigo es una VIRTUD.
Ser tu amigo, es un HONOR.

Termino con una pregunta que le hacían a la Madre Teresa de Calcuta...
¿Por qué amar a los animales?
Y ella contestó...
Porque lo dan todo, sin pedir nada...
Porque ante el poder del hombre que cuenta con armas... son indefensos...
Porque son eternos niños, porque no saben de odios... ni guerras...
Porque no conocen el dinero y se conforman solo con un techo donde guarecerse del frío...
Porque se dan a entender sin palabras, ... porque su mirada es pura como su alma...
Porque no saben de envidia ni rencores, ... porque el perdón es algo natural en ellos...
Porque saben amar con lealtad y fidelidad...
Porque dan vida sin tener que ir a una lujosa clínica...
Porque no compran amor, simplemente lo esperan; ... porque son nuestros compañeros, eternos amigos que nunca traicionan...
Y porque están vivos...
Por esto y mil cosas más... ¡merecen nuestro amor!
Si aprendemos a amarlos como lo merecen... estaremos más cerca de Dios.

San Antón, cuida y protege a nuestras mascotas, a nuestros animalillos.

Amigos, buenas noches y muchas gracias.

viernes, 26 de diciembre de 2008

Torres Lafont convoca el XXII Trofeo de fotografía de animales


Torres Lafont ha publicado las bases del XXII Trofeo de fotografía de animales San Antón 2009, al que puede concurrir toda persona que sea amante de la naturaleza, la fotografía y de los animales, siendo el tema libre y la condición única que en las fotos aparezca de manera digna un animal o grupos de animales. EL plazo de presentación de trabajos finaliza el 12 de enero de 2009.

Organizado y patrocinado por Fotovideo Torres Lafont en colaboración con la Asociación Manzanareña de Medio Ambiente, se darán tres premios en la presente edición del trofeo. El primero consta de Trofeo Retratista en bronce y un cheque de compra por valor de 250 euros; el segundo de un cheque de compra por valor de 60 euros y diploma, el tercero por valor de treinta euros y su diploma correspondiente.

La presentación de las fotos ha de ser sin enmarcar; pueden ser en blanco y negro o en color, con un formato mínimo de lado menor de 20 centímetros y máximo de lado mayor de 35 centímetros. Las bases establecen que no serán admitidas copias de impresora, y que al dorso se escribirá el título y en sobre a parte con el mismo título o títulos se incluirán los datos del autor y teléfono de contacto.

Abierto hasta el 12 de enero de 2009, las obras, hasta un máximo de tres por autor, podrán ser entregadas o remitidas a Foto Vídeo Torres Lafont, calle Carmen 4, Apartado 13200, Manzanares.

El ganador se dará a conocer el 17 de enero durante las Fiestas de San Antón y ningún autor podrá optar a más de un premio. El jurado estará compuesto por representantes de los patrocinadores y otros artistas fotográficos. Con todas las obras seleccionadas se hará una exposición en la Casa de Cultura del 16 al 30 de enero 2009.