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Carmelo Gómez y Silvia Abascal protagonizaron, el sábado en el Gran Teatro de Manzanares, la versión teatral de “Días de vino y rosas”, un montaje que retrata una historia de alcoholismo, aunque tras ella pueda intuirse la espiral destructiva de cualquier adicción, incluido el amor. Sandra y Luis se aman tanto que se destruyen sin poder evitarlo. Aunque Silvia Abascal pueda parecer la rosa lánguida que ha de curar a la Bestia del cuento, se revela como un torbellino junto a Carmelo Gómez, sobre todo en las escenas en que el texto le permite, gracias al alcohol, dejarse ir, y se descubre a una actriz de carácter, escondida tras una princesa. Su príncipe encantado está inmenso: el actor leonés se crece en la comedia con una capacidad contrastada para reírse de sí mismo.
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